Un grupo observa la Ciudad de México envuelta en una neblina densa desde el Cerro de la Estrella en abril de 2021. Días antes, la ciudad había registrado niveles de ozono de 160 partes por mil millones.

El 22 de julio de 2024, el planeta vivió el día más caluroso jamás registrado, con una temperatura media global de 17.2 grados Celsius (62.9 grados Fahrenheit). Este récord impulsó al Secretario General de la ONU, António Guterres, a emitir un llamado urgente para enfrentar las olas de calor extremas.

El calor extremo no ocurre de forma aislada. A medida que las temperaturas aumentan, también lo hacen los niveles de contaminación del aire. Esta relación fue destacada en el Sexto Informe de Evaluación del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), que detalla los efectos del cambio climático con la colaboración de cientos de científicos.

La Ciudad de México es uno de los muchos centros urbanos donde esta interacción es evidente. En la primavera pasada, un clima sin precedentes de calor y ausencia de viento desencadenó una alerta de contaminación de tres días. En respuesta, las autoridades implementaron medidas de emergencia, como la restricción del tráfico para disminuir la emisión de partículas y los niveles de ozono. Este evento fue un recordatorio del pasado, cuando la capital mexicana era conocida como la ciudad más contaminada del mundo en los años 90, época en la que caminar por sus calles era comparable a fumar dos paquetes de cigarrillos al día.

Desde entonces, la ciudad ha adoptado políticas firmes para mejorar la calidad del aire, como priorizar combustibles más limpios y acelerar la transición hacia autobuses eléctricos. Estas iniciativas han mejorado significativamente la salud de los habitantes, aumentando la esperanza de vida en tres años respecto a décadas anteriores.

Sin embargo, un nuevo desafío emerge para la Ciudad de México: las olas de calor, cada vez más frecuentes y prolongadas, están empeorando la calidad del aire. En ciudades como esta, el efecto de isla de calor urbana intensifica la crisis, lo que exige la creación de estrategias integrales para combatir estas amenazas interrelacionadas.

El vínculo entre calor y contaminación

El informe AR6 del IPCC subraya cómo el aumento de las temperaturas y la mala calidad del aire están profundamente conectados. Cuando suben las temperaturas, los niveles de contaminación también lo hacen. Esto sucede por diversas razones: el calor puede provocar sequías más severas e incendios forestales, lo que aumenta la cantidad de partículas en el aire. Los incendios también emiten grandes cantidades de carbono negro, óxidos de nitrógeno (NOx), monóxido de carbono (CO) y compuestos orgánicos volátiles (COV), que contribuyen a la contaminación.

Además, algunos contaminantes se ven potenciados por el calor. El ozono troposférico, un contaminante altamente peligroso, se forma cuando los COV y las emisiones de NOx reaccionan bajo la luz solar. Las altas temperaturas aceleran esta reacción química, lo que resulta en un aumento del ozono, especialmente en los meses calurosos, secos y sin viento, durante los cuales los niveles de ozono pueden alcanzar niveles críticos en las ciudades.

La relación entre el calor y el ozono ha sido observada a nivel global. En la ola de calor que golpeó Europa en julio de 2022, los niveles de ozono se duplicaron en países como Portugal, España e Italia, superando los límites seguros de la Organización Mundial de la Salud. Durante ese mismo verano, China también enfrentó un incremento en los niveles de ozono debido a una ola de calor.

El ozono troposférico no solo afecta la salud humana, sino también a los ecosistemas. Debilita la capacidad de los bosques para resistir tensiones como la sequía y afecta la productividad agrícola, ya que las plantas tienen dificultades para convertir la luz solar en crecimiento. Además, disminuye la capacidad de los árboles para absorber dióxido de carbono, lo que contribuye al aumento global de las temperaturas.

Una amenaza creciente para la salud pública

La contaminación del aire, por sí sola, ya es un riesgo significativo. Sin embargo, cuando se combina con olas de calor, la situación se vuelve aún más peligrosa. Las altas temperaturas y el aire estancado durante estos eventos hacen que la población sea más vulnerable a problemas de salud graves.

El impacto combinado de calor y contaminación afecta el sistema respiratorio y cardiovascular. En 2021, el ozono fue responsable de casi 490,000 muertes a nivel mundial. Estudios también revelan que la exposición a largo plazo a este contaminante aumenta la mortalidad por Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC). Además, en lugares como Yakarta, Indonesia, el aire contaminado contribuyó a más de 10,000 muertes anuales y miles de hospitalizaciones.

El calor extremo, por su parte, causa aproximadamente 489,000 muertes cada año a nivel mundial. Durante la ola de calor de 2022 en Europa, más de 60,000 personas perdieron la vida. Estos números podrían haber sido aún mayores debido a la exposición simultánea a la contaminación del aire.

Los estudios muestran que los efectos combinados de calor y contaminación aumentan el riesgo de mortalidad en un 21%. En California, un estudio encontró que las comunidades de bajos ingresos eran particularmente vulnerables a los impactos de esta combinación.

Soluciones para una crisis combinada

Enfrentar la conexión entre el calor y la contaminación del aire es esencial para reducir los efectos de estos problemas entrelazados. La reducción de emisiones es una solución clave, pero también es crucial desarrollar sistemas de alerta temprana para eventos de contaminación extrema, como lo señaló António Guterres.

Las ciudades deben prepararse para responder a las emergencias climáticas y de calidad del aire mediante la limitación temporal de actividades que empeoran la contaminación. Invertir en infraestructura verde, como la creación de corredores de ventilación y el aumento de la cobertura arbórea, también puede mitigar el impacto de las olas de calor y mejorar la calidad del aire a largo plazo.

En resumen, el llamado de la ONU a enfrentar las olas de calor es solo un primer paso. Es fundamental que los países también aborden la contaminación del aire y sus impactos devastadores, trabajando de manera conjunta para proteger a las poblaciones más vulnerables y mitigar los efectos de esta combinación mortal.

Fuente:

 

Texto original Por Beatriz Cárdenas, Shazabe Akhtar and Beth Elliott